Hispacon 2006

Desengañado, decepcionado y con una profunda sensación de hastío.
Así es como me siento hoy.
Llevamos, desde la junta de la AEFCFT, ocho meses bregando por conseguir una Hispacon en condiciones. En teoría contábamos con gente seria y profesional, la editorial Berenice, para montar una convención que hiciera olvidar el amargo sabor de boca de la Ibercon pasada.
Durante ocho meses dimos la cara por esa gente, Berenice, disculpando su continuo mirar por encima del hombro, su distanciamiento, su parquedad a la hora de dar información, sus mútliples desapariciones... Todo porque, cuando, en cada ocasión dábamos ya por perdido el proyecto, nos aseguraban que todo iba bien. Que no había problemas.
Así que les dimos crédito. Confiamos en ellos. Creímos sus palabras.
A partir de ahí la culpa es en gran parte nuestra por no mandarlos a tomar viento. Culpa nuestra por no habernos dado cuenta mucho antes del verano y no cuando estábamos en la recta final, pasando con holgura el punto de no retorno.
Me encontré con ellos en Asturias. Apenas unos segundos en los que me prometieron cumplir ciertos puntos de manera inmediata. A la cara y sin ningún problema me mintieron. Desconozco si la hispacon eran sólo negocios para ellos y a partir de ahí se comportaban conmigo, en concreto, como con un comercial cualquiera al que dar largas.
Aún así, tras incumplir lo que decían y volver a desaparecer durante un mes entero, nos dieron fechas para concretar información. Para darnos lugares, actos e invitados.
En lugar de eso y a dos meses de las fechas que ellos habían elegido, deciden desvincularse del proyecto, dejando en la estacada a mucha gente sin la más mínima contemplación.
Ponen la excusa del dinero. No que no tuvieran, sino que no tienen el suficiente para su gran proyecto.
Jamás condicionaron la viabilidad de la Hispacon a subvenciones por recibir. Se nos dijo que el dinero no era problema desde un principio.
Contaban con menos de lo que querían. Aproximadamente seis o siete veces más que el presupuesto de las últimas hispacones. Pero insuficiente para el bonito castillo encantado que querían montar. Desconozco el porqué decidieron no montar unos actos menos importantes, quizás por pensar que algo así no les daría el impulso mediático que buscaban. Lo desconozco. Me da lo mismo, la palabra Berenice se borra de mi vocabulario, no quiero saber de ellos absolutamente nada nunca más. Y, por supuesto, desanimo a cualquiera que quiera trabajar con ellos.

¿Y ahora?

Estamos trabajando a contrarreloj. Algo se hará, aunque sea con la décima parte del dinero con que contaban. Y en diez veces menos tiempo. Pero será todo lo que podamos hacer y acudieremos con la cabeza bien alta. No todos pueden hacer lo mismo.