30.8.05

Mar de Sueños

Bueno, la verdad es que desde que he vuelto de viaje estoy trabajando sin parar en Memento Mori y eso hace que la actividad en el blog se resienta bastante. En cuanto baje el ritmo, que bajará, no hay duda, volveré a mis divagaciones habituales.
Mientras tanto, iré dejando poco a poco en la página Mar de Sueños, el primer librito para niños que escribí hace tiempo y que no ha casado mucho interés editorial (cof, cof)


MAR DE SUEÑOS

Las tres brujas estaban reunidas en torno a un gran caldero humeante.

Eso era en verdad cosa de brujas, pero, al contrario de lo que muchos estarán pensando, ninguna pócima ni veneno estaban preparando. Al contrario, podríamos decir, pues al ser la hora de la merienda una buena marmita llena de chocolate estaban cocinando, una marmita donde luego tenían por costumbre mojar ricos y deliciosos pasteles.

Una de las brujas se asomó al burbujeante puchero diciendo con voz aguda y chillona:

—Esta tarde vamos a tener visita, hermanas.

Y dicho esto lanzó una de esas carcajadas tan típicas de las brujas, una de esas que hielan la sangre de la gente que no pertenece al Reino de la Noche. Pero como sus hermanas sí lo eran, lanzaron sus propias carcajadas. Así empezó lo que entre ellas solían llamar “La Risa Más Rota” que sólo terminó cuando, debido a lo agudo de sus risas, tres ventanas estallaron y el retrato de Tía Elisa cayó al suelo y se rompió.

Las tres hermanas brujas se miraron desde el suelo, ya que de tanto reír se habían agotado, y pensaron que la caída de Tía Elisa era un mal presagio. Pero como tampoco entendían mucho acerca del Bien y del Mal, así como tampoco sabían de muchas otras cosas por ser unas brujas novatas, empezaron a reírse de nuevo, esta vez hasta que no quedó un solo cristal sano en su pequeña y verde casa en lo alto de la colina.

Y casi se les quemó el chocolate.

De lo que aconteció en el pequeño, pero interesante, pueblo de Atardecer (donde el Sol nunca se pone)

Imaginad un pueblecito.

Casas grandes, paredes siempre blancas.

Todo teñido en oro, un oro de luz amiga que el Sol, nadie sabe bien el porqué, regaló al pueblecito más tranquilo del mar de Sueños.

Era ese aspecto eterno, de duermevela, el borroso percibir las cosas que son y no son cuando te adormeces, la vida en Atardecer. Por eso no era raro ver, a cualquier hora del día, a alguno de sus habitantes soñar despierto; lo hacían en medio de la Plaza Mayor, junto a la fuente del Arco Iris, con los ojos abiertos imaginando ser un rey poderoso, un pirata aventurero o una gran poeta en la corte del Dios del Mar.

Esa era la gente de Atardecer, soñadora y tranquila, embarcada en una vida suave de luz ámbar y fantasías sin fin.

Aún así, entre todos esos mundos imaginarios, haría falta que nos fijáramos en alguien. Alguien realmente especial. Allí, en las afueras del pueblo, en la orilla de ese río, que parece metal fundido escapando al golpe del herrero, jugando con el viento reía una niña. Tenía el pelo rojo, a lo mejor porque el Sol se lo regaló de tanto iluminarlo, y los ojos de Luna gris, a lo mejor porque así se le quedaron de tanto imaginarla.

Y mientras corría junto al río, entre el terciopelo extraño del trigo mecido por la brisa, junto a ella saltaba un gato negro sin nombre que, por algún extraño motivo, la seguía a donde quisiera que fuera. Por eso se había convertido en su único amigo y confidente, el único que se quedaba embobado escuchándola cantar, sus ojos de gato reflejando la ilusión como un enorme y verde espejo de amor.

El atardecer la abrazaba, pero ella, mirando siempre al horizonte, soñaba secretamente con no soñar, con vivir de verdad todas esas aventuras que nadaban entre las calles de su dormido pueblecito.

—Dime viento —solía preguntar la niña— ¿De dónde traes esas voces que suenan entre los árboles?

Pero el viento respondía jugando con sus rizos pelirrojos y haciendo ondear su vestido azul, otras veces movía las nubes o acariciaba las aguas del río.

—Dime Sol —decía la niña mirando hacia el cielo—, ¿por qué nunca nos has dejado ver Luna alguna, ni estrellas, ni noche?

Pero el Sol estaba muy lejos, tan lejos que las palabras de la niña jamás alcanzaron más allá de las montañas que descansaban en el Norte.

—Lilith, ¡Lilith Pelocobre!

Una voz recorrió el paisaje llamando a la niña, la voz de su tío Jonás avisando de la cercanía de la cena, sacándola de su pequeño sueño que no era sueño, y presentándonos a todos esa niña tan especial. Lilith Pelocobre era su nombre, así la llamó su abuela nada más verla y así quedó por costumbre entre todos los que la conocían.

26.8.05

Spiders from Mars

Una de las fotos que saqué por Bilbao. La verdad es que la araña impresiona.

24.8.05

De vuelta

Bien, se acabaron las vacaciones... En breve, más información.

14.8.05

Desconexión Temporal

Pues sí, señores y señoras. Abandono durante una semana a las playas llenas de guiris y me voy a Bilbao. Nos vemos el día 22.

11.8.05

It´s just a jump to the left

Hay películas que enganchan, que gustan, que dejan un agradable recuerdo en la memoria. Y hay películas que producen pasión exacerbada.

El “Rocky Horror Picture Show” es una de esas películas y, para ser sincero, no conozco muchas más que produzcan ese efecto, fascinante y adictivo, en tanta gente.

La temática no debería ser popular (serie B, travestis cantarines, Meat Loaf con ropa ceñida), pero todo el que logra pasar de la cuarta canción se vuelve adicto, fanático y devoto seguidor de la película. Verla una vez no es suficiente, así que el visionado se repite una y otra vez. Hasta que te aprendes las canciones y decides travestirte, juntarte con otros de tu calaña y acudir al cine donde la proyecten para lograr tu dosis Rockyhorroriana una vez más.

Porque en el RHPS hay algo más. Un viaje iniciático de dos seres vírgenes que encuentran su camino para, justo en el momento de máximo autoconocimiento, perderlo todo y volver a la realidad de la que provenían. Porque acaba entre acordes tristes, magnífica “Superheroes”, envueltos los protagonistas, Brad&Janet, en una niebla parecida a la del olvido.

La película tiene el ritmo narrativo de una montaña rusa, con una serie inconexa de clímax y anticlímax. El guión es paródico, autoparódico, sarcástico, sangrante y, a medida que transcurre la acción, triste y melancólico. Lo tiene todo, vaya.

Las letras de las canciones son antológicas, desde ese “There is a light over at the Frankenstein place”, o ese increíble “Time Warp”, a “Don´t dream it, be it”, repetido hasta la saciedad en la piscina hedonista con fondo de capilla sixtina.
Y ese final que empieza, pues es una película con un final tan largo que tiene fases, con la canción de despedida de Frank´n Furter (genial Tim Curry) y con Rocky trepando, como un King Kong ultra depilado, por la torre, falsa y de decorado, como todo en el RHPS, de la RKO. Como deberían ser todos los finales, vaya.

Travestidos saludos desde la transexual Transilvania.

3.8.05

Visiones 2005 y Fabricantes de Sueños 2005

¡Extra! ¡Extra! Ya han salido de la imprenta dos antologías en las que me publican un cuento.
Por un lado tenemos el Visiones 2005, recopilación de Santiago Eximeno, donde comparto papel y tinta con algunos de los visitantes de esta página, como J.P. Bango o Javier Esteban. Bueno, también salen Marc R.Soto, al que conocí en la Asturcon, y Nuria C.Botey, Ekaitz Ortega, mi buen amigo y compañero de TerVa Sergio Mars, Raquel Froilán, Sergio Alejandro Amira, Fernando Ángel Moreno y, para terminar, mi gran amigo y compañero Sergio Hartman.
La portada es de Ferrán Clavero y está basada en mi relato, "María y los mendigos". Aquí la tenéis:
Por otro lado, también salgo en el Fabricantes de Sueños 2005, que recopila los mejores cuentos publicados en el 2004. Como publiqué unos treinta cuentos el año pasado, la estadística funcionó y eligieron uno mío, por pesado, posiblemente. En esta antología comparto cartel con maestros como Ángel Torres Quesada o Carlos Gardini. Aquí os dejo la portada también:Los dos libros son gratis para los miembros de la AEFCFT, y están a la venta para el resto de los mortales en su página WEB