Como siempre que me pongo a escribir Memento Mori, a las diez páginas siento la necesidad de cambiar el registro. Es que escribir de niños muertos, angustia, autoflagelación, pestes y hambruna me suele dejar algo bajo de moral. Así que he terminado un cuento a medio camino entre las paranoias de Dick y la estructura de Brunner. Bueno, esa era la idea al principio. A saber lo que ha quedado enterrado en ese batiburrillo. En fín. Se llama "La balada del Hombre Anuncio" y habla de publicidad, asesinatos, arte, mistificaciones y osos koala.
El desayuno de los campeones, vaya.
1.9.05
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