31.12.05

Tamagothi


Hacía muchos años que no veía este divertido programa. Se trata, ni más ni menos, que la versión siniestra del cansino Tamagotchi que se puso tan de moda a mediados de los años noventa.
Con la versión Tamagothi, cría a tu pequeño gótico a base de palos, oscuridad, angustia emocional y algo de sustancias no demasiado legales. Pero ten cuidado... nunca sabes cuál será el resultado al hacerse mayor...

29.12.05

Capitán Picard baila que te baila

Im-pe-zi-o-nan-te



Que no todo en la vida va a ser Kirk, por favor

28.12.05

Línea caliente Friki


Está en inglés.
Tarda en cargar.
Vídeo en formato Quicktime.

¡Pero es que es una pasada! ¡Línea caliente friki!

Ah, sí. Sale París Hilton. Para los viciosos, digo.
(joder, hay más de Paris Hilton en la Wikipedia que de literatura fantástica) (no somos nadie)

27.12.05

Fantástico y Wikipedia


Estas son las principales entradas de la Wikipedia en Castellano sobre Ciencia Ficción:

Ciencia Ficción
Ciencia Ficción Española

En el apartado de Literatura de Terror... pues está casi todo por hacer:

Literatura de Terror

Algo hay en Literatura de Terror Gótico


En cuanto al Fantástico:

Mucho por hacer en : Casi todo

En la Wikipedia todo el mundo puede modificar un artículo existente, para crear uno nuevo, tan sólo hay que registrarse. He estado trasteando un poco y modificando cuatro cosas, enlazando páginas dentro y fuera de la wiki y corrigiendo algún error.
No dejo de pensar que hay grandes artículos puestos en los blogs que encajarían perfectamente como artículos de la Wikipedia. Echad un vistazo y aportad algo, seguro que al final obtendremos un resultado más que satisfactorio.

22.12.05

Captain Kirk - Greatest Hits


Bueno, hoy unas pequeñas gemas musicales de nuestro querido Capitán Kirk:

Rocketman (de Elton John) [video]

Lucy in the sky with diamons [video]

Y una canción dedicada especialmente para Álex Vidal:

Common people (pulp) [audio]

Y yo me pregunto, Star Trek, The Musical, ¿Cuándo?

Star Wars en 30 segundos


..... Y con conejitos! Y con escenas eliminadas! Y Han dispara primero!!!!

Link conejil en Angryalien .... Imprescindible!!!!!!

El difícil arte de aprender

Entre conferencia y conferencia de la Asturcon 2005 hice una parada (bastante onerosa) en la parada que tenía la librería "Negra y Criminal". De entre los libros que saqueamos destacaría "El simple arte de escribir", una recopilación de cartas y escritos de Raymond Chandler.
Creo que todo aspirante a escritor (como yo) debería echarle un vistazo. El libro destila sabiduría por los cuatro costados, Chandler podía caer bien, mal, o lo que fuera, pero era un profesional de la escritura como pocos. Y en cada carta que se queja de un director, o reflexiona sobre la naturaleza del género (el género negro, tan denostado como el fantástico actual), o, simplemente, expone su método de trabajo, hay muchísimo de lo que aprender.
Recomendable.

20.12.05

Poemas Viejos

Cuéntame un cuento oscuro, princesa,

hasta que se haga de día y te vayas

entre estrellas y lunas, amores y

nada más que nada mi fantasma.

Cuéntame un cuento oscuro, princesa,

cuando todo parezca borroso

y la playa esté cerrada para sirenas

y duendes y reinas.

Cuéntame un cuento oscuro, princesa,

antes de que se escape el hoy

y nazca triste el mañana

19.12.05

Villano Batmaníaco

¿Qué villano de Batman sería? Pues...

HASH(0x8c3d3ac)
If you were a Batman villain, who would you be?

brought to you by Quizilla


Enigma.

Y era uno de mis favoritos de la serie de TV, que acertijos, por favor...

Via: Errantus Aguila

18.12.05

Qrio - El Hal9000 con patas


No sé si es por haber visto ayer 2001 otra vez, pero hoy, al ver este video, me he quedado un poco mosca.
Debe ser la manía que tienen los japoneses de crear robots tan parecidos a los humanos, pero cuando ese robotito, de nombre Qrio "Curiosidad", que ni me imagino la pasta que les habrá costado a los de Sony desarrollar, responde a la pregunta "qué es lo que sabes hacer mejor" y se toma unos segundos antes de contestar... me he sentido muy incómodo. Como si el muy cabrito se callara algo.
Casi como en la escena en que Hal observa a Bowman la primera vez y sabes que hay algo más tras esa voz sintética.

Vean el vídeo, vale la pena.

17.12.05

Meme musical Friki

Pues que al releer el meme musical he pensado que no era lo suficientemente freak.
Porque yo lo valgo, el frikimeme:

Una canción que te haga llorar:
Space Odity, Calatrava Brothers extended version. De llorar y llorar, como una magdalena, de verdad.

Una canción que te ponga a mil (las pilas)
Fácil: El "A ke molo" ... pedazo de temazo, sobre todo cuando llega el subidón.

Una canción para hacer el amor:
Es difícil, pero creo que me quedo con "Paquito el chocolatero" en la inmortal versión de King África. ¡Es que te marca los tiempos y todo!

Una canción para dormir:
Fácil, la de los Lunis "Buenas noches, hasta mañana, los frikis y los lunis, nos vamos a la cama"

Una que te recuerde la mejor (o peor) época de tu vida:
Sin duda ese estribillo tan pegadizo de "cuando los manowar vienen a mi barrio, mas de mil pijos mueren decapitados". Qué tiempos aquellos, tan románticos escuchando Gigatrón, snif, snif...

Meme musical

Siguiendo el Meme de canciones que Charlotte ha puesto en su blog, ahí van unas respuestas: (mías y de Raquel)

Una canción que te emocione hasta las lágrimas
:
Raquel: Shine on you crazy diamond , Pink Floyd
"Nobody knows where you are, how near or how far. Shine on you crazy diamond. Pile on many more layers and I’ll be joining you there. Shine on you crazy diamond. And we’ll bask in the shadow of yesterday’s triumph, And sail on the steel breeze. Come on you boy child, you winner and loser, Come on you miner for truth and delusion, and shine!"
Alfredo: Atmosphere , de Joy Division
"Walk in silence,
Don’t walk away, in silence.
See the danger,
Always danger,
Endless talking,
Life rebuilding,
Don’t walk away.

Walk in silence,
Don’t turn away, in silence.
Your confusion,
My illusion,
Worn like a mask of self-hate,
Confronts and then dies.
Don’t walk away.

People like you find it easy,
Naked to see,
Walking on air.
Hunting by the rivers,
Through the streets,
Every corner abandoned too soon,
Set down with due care.
Don’t walk away in silence,
Don’t walk away."
Una canción que te ponga a mil (activo, con pilas):
Raquel: Cualquiera de los Pogues
" I am Francisco Vasquez Garcia
I am welcome to Almeria
We have sin gas and con leche
We have fiesta and feria
We have the song of the chochona
We have brandy and half corona
And Leonardo and his accordione
And calamari and macaroni

Come all you rambling boys of pleasure
And ladies of easy leisure
We must say Adios! until we see
Almeria once again

There is a minstrel, there you see,
And he stoppeth one in three
He whispers in this one's ear
"Will you kindly kill that doll for me"
Now he has won chochona in the bingo
All the town has watched this crazy gringo
As he pulls off the doll's head laughing
And ­miraldo! throws its body in the sea

El vienticinco de agosto
Abrio sus ojos Jaime Fearnley
Pero el bebe cinquante Gin-campari
Y se tendio para cerrarlos
Y Costello el rey del America
Y suntuosa Cait O Riordan
Non rompere mes colliones
Los gritos fuera de las casas"

Alfredo: Louie Louie, en voz de Iggy Pop
"And now...the news:
louie louie
oh baby i gotta go
louie louie
oh baby i gotta go
the communist world is fallin apart
the capitalists are just breakin hearts
money is the reason to be
it makes me just wanna sing louie louie
louie louie
oh baby i gotta go
louie louie
oh baby i gotta go
a fine little girl is waitin for me
but i 'm as bent as dostoevsky
i think about the meaning of my life again
and i have to sing louie louie again
louie louie
oh baby i gotta go
louie louie oh baby
i gotta go
let's give it to' em right now
oh man, i dunno like...health insurance
the homeless & world peace
& aids & education ... i' m tryin to do right
but. ..hey
life after bush & gorbachev
the wall is down but something is lost
turn on the news it looks like a movie
it makes me wanna sing louie louie
louie louie
oh baby i gotta go
let's go"

Una canción para dormir:
Raquel: La música del principio de "Se ha escrito un crimen"
"Tarirorio tariro taraaaaaa tirori"

Alfredo: Starway to heaven, Led Zeppelin
"There's a lady who's sure all that glitters is gold
And she's buying a stairway to heaven
And when she gets there she knows if the stores are closed
With a word she can get what she came for

Woe oh oh oh oh oh
And she's buying a stairway to heaven

There's a sign on the wall but she wants to be sure
And you know sometimes words have two meanings
In the tree by the brook there's a songbird who sings
Sometimes all of our thoughts are misgiven

Woe oh oh oh oh oh
And she's buying a stairway to heaven

There's a feeling I get when I look to the west
And my spirit is crying for leaving
In my thoughts I have seen rings of smoke through the trees
And the voices of those who stand looking

Woe oh oh oh oh oh
And she's buying a stairway to heaven

And it's whispered that soon, if we all call the tune
Then the piper will lead us to reason
And a new day will dawn for those who stand long
And the forest will echo with laughter

And it makes me wonder

If there's a bustle in your hedgerow
Don't be alarmed now
It's just a spring clean for the May Queen

Yes there are two paths you can go by
but in the long run
There's still time to change the road you're on

Your head is humming and it won't go because you don't know
The piper's calling you to join him
Dear lady can't you hear the wind blow and did you know
Your stairway lies on the whispering wind

And as we wind on down the road
Our shadows taller than our souls
There walks a lady we all know
Who shines white light and wants to show
How everything still turns to gold
And if you listen very hard
The tune will come to you at last
When all are one and one is all
To be a rock and not to roll
Woe oh oh oh oh oh
And she's buying a stairway to heaven

There's a lady who's sure all that glitters is gold
And she's buying a stairway to heaven
And when she gets there she knows if the stores are closed
With a word she can get what she came for

And she's buying a stairway to heaven"

Una canción para hacer el amor:
Raquel: Disarm, Smashing Pumpkins
"Disarm you with a smile
And cut you like you want me to
Cut that little child
Inside of me and such a part of you
Ooh, the years burn

I used to be a little boy
So old in my shoes
And what I choose is my choice
What’s a boy supposed to do?
The killer in me is the killer in you
My love
I send this smile over to you

Disarm you with a smile
And leave you like they left me here
To wither in denial
The bitterness of one who’s left alone
Ooh, the years burn
Ooh, the years burn, burn, burn

I used to be a little boy
So old in my shoes
And what I choose is my voice
What’s a boy supposed to do?
The killer in me is the killer in you
My love
I send this smile over to you

The killer in me is the killer in you
Send this smile over to you
The killer in me is the killer in you
Send this smile over to you
The killer in me is the killer in you
Send this smile over to you"

Alfredo: Let the music play, Barry White (qué esperábais?, el Ratamahata de Sepultura?)
"One ticket, please
Lord have mercy, everybody’s there
Hey, what’s goin?on man, yeah
She’s at home, yeah, she’s at home
Yeah, she’s at home

Let the music play
I just wanna dance the night away
Here, right here, right here is where I’m gonna stay
All night long, ooh, ooh, ooh, ooh, ooh, wee

Let the music play on
Just until I feel this misery is gone
Movin? kickin? groovin? keep the music strong
On and on and on and on and on and on and on and on and on and on and on and on and on and on

I’m out here dancin?and still, huh
I can’t erase the things I feel
The tender love we used to share
See, it’s like it’s no longer there
I’ve got to hide what’s killin?me inside

Let the music play
I just want to dance the night away
Here, right here, right here is where I’m gonna stay
All night long, ooh, ooh, ooh, ooh"

Una canción para recordar la mejor época de tu vida, o la peor (la que quieras):
Raquel: Changes, David Bowie

"I still don't know what I was waiting for
And my time was running wild
A million dead-end streets
Every time I thought I'd got it made
It seemed the taste was not so sweet
So I turned myself to face me
But I've never caught a glimpse
Of how the others must see the faker
I'm much too fast to take that test

Ch-ch-ch-ch-Changes
(Turn and face the stranger)
Ch-ch-Changes
Don't want to be a richer man
Ch-ch-ch-ch-Changes
(Turn and face the stranger)
Ch-ch-Changes
Just gonna have to be a different man
Time may change me
But I can't trace time

I watch the ripples change their size
But never leave the stream
Of warm impermanence and
So the days float through my eyes
But still the days seem the same
And these children that you spit on
As they try to change their worlds
Are immune to your consultations
They're quite aware of what they're going through

Ch-ch-ch-ch-Changes
(Turn and face the stranger)
Ch-ch-Changes
Don't tell them to grow up and out of it
Ch-ch-ch-ch-Changes
(Turn and face the stranger)
Ch-ch-Changes
Where's your shame
You've left us up to our necks in it
Time may change me
But you can't trace time

Strange fascination, fascinating me
Changes are taking the pace I'm going through

Ch-ch-ch-ch-Changes
(Turn and face the stranger)
Ch-ch-Changes
Oh, look out you rock 'n rollers
Ch-ch-ch-ch-Changes
(Turn and face the stranger)
Ch-ch-Changes
Pretty soon you're gonna get a little older
Time may change me
But I can't trace time
I said that time may change me
But I can't trace time"

Alfredo: Camera, Editors (es que ahora me encuentro bien, oigan)
"Keep close to me now
I'll be your guide
Once we have black hearts
Then love dies

Look at us
Through the lens of the camera
Does it remove all of our pain
If we run
Then look in the back room
Where we hide all of our feelings

I just close my eyes as you walk out

I'll keep your eyes wide
Open tonight
Keep the car on the road now
Feel the fight

Look at us
Through the lens of a camera
Does it remove all of our pain
If we run
Then look in the back room
Where we hide
All of our feelings

I just close my eyes as you walk out

You fall from grace
But fall with such grace
You fall from grace
But fall with such grace
...

Look at us...

I just close my eyes as you walk...
Out"



Bueno, y ahora que lo recoja el que quiera y le sobre algo de tiempo, claro.

16.12.05

El crítico (Space Opereta)

EL CRÍTICO

Alfredo Álamo

Este cuento está dedicado a mi amigo Quique, excelente crítico y mejor persona.

Henry se hizo a un lado para que pasara una enorme mosca azul. A la mosca le gustaban los dry martinis con mucho azucar y que le llamaran Ernest.

Tres meses antes, cuando Henry todavía tenía un trabajo relativamente normal como crítico de jazz en el Almanaque Cultural de Spring Valley, alguien había dejado una invitación en la mesa de su despacho.

—Eh, Harry —le preguntó a su compañero de despacho—, ¿sabes quién me ha traído esto?

—No, lo siento —contestó Harry—, he estado fuera todo el fin de semana con las finales de béisbol.

Genial, pensó Henry, béisbol. Bueno, había cosas peores. El paddle, supuso. Si supiera lo que era el paddle, claro. Henry se sentó en la mesa y ojeó la invitación. Sopesó el sobre, papel del bueno, dedujo. Sin sello ni remite. Consideró la posibilidad de un anónimo con amenaza de muerte incluida. No iba a ser la primera, la gente no sabía lo peligrosos que podían llegar a ser algunos músicos de jazz. Sobre todo los pianistas, con esos dedos grandes y fuertes... Henry se estremeció.

—¿Vas a abrir ese sobre o qué? —le dijo Harry acercándose a su mesa—, parece que por fin has logrado que te inviten a algún sitio sin que tengas que llorarles, ¿eh?

—No se a lo que te refieres —contestó Henry mientras abría el sobre—, es normal que reciba invitaciones de acontecimientos oficiales.

—Si, claro —sonrió Harry—. Como el festival de polcas de Vikingland.

Touché, pensó Henry. Su trabajo en el almanaque era comentar jazz y otras músicas. Englobando otras músicas como todo aquello que nadie quería ir a comentar. Eso incluía el festival de polcas y las finales nacionales de acordeón. Henry volvió a estremecerse, inquieto por algún recuerdo acerca de zuecos y tulipanes.

—Esperemos que no sea para un concierto de gaitas o algo así —le dijo a Harry vaciando el contenido del sobre encima de la mesa —, ya tuve bastante con aquellas trompetas gigantes tibetanas.

Un pequeño disco negro, parecido a una de esas fichas de casino, cayó del interior del sobre encima de la mesa. Los dos compañeros se miraron.

—¿Qué se supone que es eso? —preguntó Henry.

—No sé —dijo pensativo Harry—, a mi me recuerda a la isla del tesoro. La mancha negra, se la daban a los piratas que iban a asesinar —añadió con tono fantasmal.

—Ja, ja, que gracioso —rió sin ganas Henry—, me pregunto qué significará.

—¿A ver? —dijo Harry alargando la mano para cogerla.

Unos acordes de contrabajo empezaron a sonar en el despacho cuando Harry tocó la ficha negra. Henry intentó identificar la melodía, pero no le sonaba. Eso le molestó más que no saber de dónde salía la música.

—Saludos, Henry Myczewyck —sonó una voz tras los dos periodistas— Que la luz de la verdad ilumine siempre tu camino.

Los dos hombres volvieron a mirarse. Luego, lentamente, se giraron para ver quién les había hablado.

—Es un placer conocer por fin al crítico musical del Almanaque Cultural de Spring Valley —bufó por su larga trompa amarilla de elefante una figura vagamente humanoide. Era bípedo, con brazos largos, y su rostro era una amalgama de elefante y fox terrier. Vestía una túnica dorada con un bonito cinturón marrón a juego.

—¿Qué demonios? —exclamó Harry.

Henry no dijo nada. Estaba estupefacto, alguien acababa de pronunciar bien su apellido. Treinta y cuatro años de burlas y correcciones para que un ser con trompa de elefante lo pronunciara como era debido. La diosa de la fonética debía tener un extraño sentido del humor.

—Mira, Henry —dijo Harry atravesando la figura con su mano—, no es de verdad.

—Permítame que discrepe, señor —dijo el extraño ser haciendo un gesto con su trompa—. Pese a que esto es una proyección holográfica, soy bastante real.

—¿Y quién es usted, si puede saberse? —logró articular finalmente Henry.

—Pueden llamarme Porter, si así lo desean —contestó el ser.

—Bien, Porter —continuó Henry mientras le hacía una seña a Harry para que dejara de atravesar la figura con las manos—, ¿y qué es lo que quiere?

—¿Lo que quiero? —pareció extrañarse Porter—. A usted, Sr. Myczewyck.

Henry no dijo nada. De entrada le gustaba escuchar su apellido pronunciado con tanta corrección, pero por otro lado aquel ser acababa de decir que le quería.

—No se asuste, Henry —dudó Porter— ¿Puedo llamarle Henry?. Le estoy ofreciendo una invitación para nuestro festival intergaláctico de jazz.

—Ahá —murmuró Henry intentando asimilar el jazz, lo intergaláctico y a aquel tipo de trompa amarilla.

—Será dentro de tres meses terrestres, cerca de lo que ustedes llaman el Cinturón de Orión— levantó la trompa Porter—, un espectáculo único, Henry, se lo aseguro.

¿Era su imaginación o aquel ser le había guiñado un ojo?

—Creo que eso queda un poco lejos de la zona que suelo cubrir —se excusó Henry.

—Venga, Henry —le animó Porter—, el año pasado fue usted a Nueva York para hacer por lo menos dos críticas.

—Tiene razón —dijo Harry con una sonrisa—, y Nueva York está bastante lejos de lo que sueles cubrir.

Henry lo fulminó con la mirada. Maldito cronista de paddle.

—¿Y usted cómo sabe lo de mis crónicas en Nueva York? —dijo Henry—. No, ¿cómo es que me conoce? —añadió firmemente.

—El Almanaque Cultural es una gran revista de divulgación —dijo Porter—, tiene muchos subscriptores. Se sorprendería usted de cuántos. Sus críticas sobre la actualidad musical tienen un gran eco en nuestra sociedad.

—¿Y a mí? —preguntó Harry— ¿me leen también a mí?

—Por supuesto, Sr.Goose —dijo Porter con una inclinación de trompa—. Sus crónicas de los partidos de baloncesto son muy apreciados en nuestro mundo. Esperamos con ansiedad sus comentarios sobre los play-off.

—¿Has oído, Henry? —dijo Harry—. Me leen. Allí arriba —añadió susurrando y señalando con el dedo índice hacia el techo.

—Bueno, Henry —continuó Porter—, ¿se anima usted a venir con nosotros?

—Creo que tengo que meditarlo —dijo Henry—, no es una decisión fácil.

—Lo comprendo —dijo Porter haciendo ondular su trompa—. Si toma una determinación no tiene más que coger la ficha y llamarme, me encargaré personalmente de su traslado.

—Gracias —dijo Henry tratando de imaginar aquel “traslado”.

—Una cosa más —dijo Porter—. No he podido evitar darme cuenta que ustedes dos no se han mostrado demasiado sorprendidos por mi extraña apariencia. ¿Es normal entre los humanos ésta tolerancia ante seres extraterrestres?

Henry se lo pensó un poco antes de contestar.

—La verdad es que dudo mucho que la mayoría de los humanos reaccionaran como nosotros —le aclaró—, pero tenga en cuenta que soy crítico musical. Se sorprendería de lo alienígenas que pueden llegar a ser algunos músicos. Ni se lo imagina.

—¿Y él? —señaló Porter a Harry con la trompa.

—Bueno, él es periodista deportivo. Ha perdido la capacidad de sorpresa.

—Entiendo —murmuró Porter mientras su imagen perdía claridad—. Tengo que irme ya, recuerde, Henry : llámeme, no lo lamentará.

—Lo pensaré, Porter, una cosa más —preguntó aceleradamente— ¿Qué canción es la que lleva sonando todo el rato?

Antes de desaparecer Porter pareció sonreír, si es que eso era posible con aquella cara.

—Tendrá que venir al festival para saberlo —dijo justo en el momento en que la música se detenía.

Los dos hombres se mantuvieron en silencio durante algunos segundos. Harry se encendió un cigarrillo y Henry se sentó pesadamente mirando la ficha negra en su escritorio.

—Menudo notición —dijo Harry.

—Menudo follón, querrás decir —dijo Henry mirándole preocupado—. Si se te ocurre contárselo a alguien acabarás de nuevo en aquella clínica para los nervios.

Harry asintió con la cabeza.

—Nos tomarían por locos, tienes razón. Parecía buen tipo, ese Porter. —añadió pensativo.

—Supongo...

—¿Vas a ir? —le preguntó Harry con una mirada cómplice.

—Hombre —contestó jugueteando con la ficha entre los dedos—, por lo menos parece más interesante que el festival de polcas de Vikingland.

****

La estación espacial donde se celebraba el festival intergaláctico de jazz era un hervidero de razas de todas las clases, según pudo observar Henry. Porter le guió a través de los amplios pasillos que atravesaban el lugar hasta su camarote en la cubierta dos. No era un mal sitio, estaba razonablemente cerca del auditorio donde se iba a desarrollar el festival y, para el alivio de Henry, también próximo a una zona de bares. Los bares eran una parte fundamental en la vida del crítico de jazz, allí era donde se refugiaba de los malos conciertos y donde celebraba los buenos. Donde se podía palpar el ambiente que había dejado la noche en el público y donde los músicos, a veces de madrugada, se reunían para tocar alguna improvisación hasta el amanecer. Después de ayudarle a acomodarse, Porter le llevó hasta la sala de prensa, donde se reunía el resto de los periodistas destacados allí. Henry estaba algo nervioso ante la idea de conocer a sus colegas extraterrestres.

—¿Preparado, Henry? —le dijo Porter antes de abrir la puerta.

—Eso espero—le contestó.

En la sala les estaban esperando. Treinta seres, a cada cual más extraño para Henry, llenaban la sala. Una enorme mosca azul voló hacia él, debía medir por lo menos cincuenta centímetros de diámetro y sus ojos eran como balones de baloncesto.

—Encantado de conocerle, Henry—zumbó la mosca agitando sus alas rápidamente a modo de saludo—. Mi nombre es Ernest, del Pookanevuha News.

—Encantado —dijo Henry haciendo un gesto con la mano a modo de saludo.

Uno a uno se fueron presentando los demás críticos, unos tenían manos, otros tentáculos, alguno parecía ser telépata, otros burbujearon en escafandras. Parecían buenos tipos, sobre todo cuando se abalanzaron sobre los canapés de forma furiosa. Periodistas, pensó Henry observando un canapé de color verde fosforescente antes de comérselo, una raza verdaderamente universal.

—Bueno, Henry —zumbó Ernest apartando la mirada de un bol lleno de melaza—, ¿qué le parece todo esto?

—La verdad es que todavía no me he hecho a la idea —contestó Henry—, ni siquiera se quién toca en el festival.

—¿No? —se sorprendió la mosca gigante—. Vaya, eso puede ser un contratiempo. Pásese por mi camarote ésta tarde y le informaré acerca de los músicos. Es el 113, cubierta D.

—Gracias —dijo aliviado Henry—, me será de gran ayuda.

La mosca se alejó volando sin demasiada gracia. Menos mal, pensó Henry, que alguien se preocupa por echarme una mano.

—Disculpe —burbujeó alguien a su lado—, he visto que hablaba usted con Ernest.

—Si —dijo Henry girándose hacia Ablu Bubeel, un ser marino que vestía una especie de escafandra de buzo—. Ha sido muy amable ofreciéndome información sobre el festival.

—No se fíe de él, Henry —le advirtió—. Sólo piensa en sí mismo, ese Ernest. Le utilizará y le pasará por encima como una apisonadora.

Como todos los colegas que había conocido en la Tierra, pensó Henry.

—Gracias, Ablu —le dijo dándole la mano— lo tendré en cuenta.

La sala se vació poco a poco a medida que el buffet se iba terminando. Porter se acercó a Henry con una copa en la mano.

—¿Desea que le muestre algo más? —le preguntó—. ¿Nuestros generadores de gravedad?, ¿nuestras naves de impulso sublumínico?

—No, gracias Porter —le dijo Henry—, he quedado con Ernest para que me ayude con lo del festival.

Las orejitas de terrier de Porter aletearon y su trompa se estiró un poco.

—Discúlpeme —dijo Porter—, no había caído en que no conoce usted a los músicos. Es un error imperdonable.

—No se preocupe —le tranquilizó Henry—, ya ha hecho usted bastante. Deje que a partir de ahora haga mi trabajo.

—Me alivia usted —bufó por su trompa—. Espero que Ernest le sirva de ayuda.

Henry abandonó la sala y siguió las indicaciones luminosas de los pasillos hasta la cubierta D y el camarote de Ernest. La música se oía desde fuera, algo de Ragtime, pensó Henry, aunque tenía algo diferente, la melodía estaba un poco acelerada. Llamó a la puerta.

—Está abierto —escuchó decir a Ernest.

Henry accionó el botón de apertura y entró en el camarote. La mayor parte estaba cubierta de pequeñas fichas negras como la que Porter le había invitado. Una imagen holográfica de cuatro moscas azules parecidas a Ernest, solo que con sombreritos de paja, estaban tocando la música que se oía ahora por toda la cubierta D. Henry calculó el número de discos que debía almacenar Ernest en su camarote y comprendió las advertencias que le habían hecho. Aquella mosca no sólo era un crítico musical... Era un coleccionista.

—Pase Henry, pase —le invitó la mosca—, le he preparado una selección de lo más interesante.

—Me muero de ganas por escucharla —sonrió falsamente Henry mientras entraba en el camarote.

—¿Cómo le gusta el azúcar? —le preguntó Ernest—, ¿refinado o industrial?

Aquella iba a ser una tarde muy larga, decidió Henry al escuchar cerrarse la puerta tras él.

****

Los tres días de festival pasaron rápidamente. Los conciertos, descubrió Henry, no se diferenciaban demasiado de los que podría haber visto en un buen certamen terrestre. Es cierto que los intérpretes llamaban la atención, y que sus virtuosismos técnicos se adaptaban a sus características físicas únicas, pero al final la música era música. Y eso no sale de las manos, sale de muy adentro, del alma. Claro que la triple guitarra a seis manos de Ferren Ferrich era difícil de igualar, como el coro a dos cabezas de las siamesas Scheepa cantando una peculiar versión de “Fever”. Pero no todo había sido agradable, por ejemplo la interpretación de “Blue Train”, por Hajajl Ress, le había resultado artificial y pretenciosa; el cuarteto de G.Aba Alaana no había acertado con el ritmo en todo el concierto. Un espectáculo deslumbrante, pero con eclipses planetarios, terminó su crónica para el almanaque. Claro que cambiando un poco los nombres y el lugar del festival.

Las noches tras los conciertos habían sido de otra forma, claro. El sonido de las jams en la noche espacial todavía resonaba en sus oídos. No había jazz más puro que el de la improvisación y la comunión de músicos de diferentes estilos. Y aquí el termino diferente alcanzaba un significado mucho más amplio que el que solía utilizar en la Tierra. Lástima de grabaciones, ¿sería buen negocio montar un estudio aquí?. Henry terminó de corregir su crónica y envió una copia a la oficina de prensa del festival. Porter le había asegurado que todo el mundo la leería con avidez en cuanto la publicaran en una pequeña memoria con la que se obsequiaba al público.

Ernest entró volando por la puerta con un pequeño maletín.

—Hola Henry —le saludó—, te he traído unas cuantas grabaciones para que te las lleves a tu planeta.

—Muchas gracias —dijo Henry. Aunque la primera tarde con Ernest había sido algo pesada, habían logrado llegar a una buena amistad. La mosca azul tenía un buen sentido musical y ojo para los nuevos talentos, a Henry le gustó la idea de llevarse unas cuantas canciones a casa.

Un par de copas y varios terrones de azúcar después, Porter entró apresuradamente en el camarote de Henry. Su trompa había pasado del amarillo limón a un tono más naranja, sus orejas se movían de un lado a otro. Parecía agitado.

—¿Qué has hecho? —resopló con un pequeño librito en la mano—. Por la sagrada luz de Ann-Korok, ¿qué has hecho?

Henry, extrañado, cogió el libro de manos de Porter. Era la memoria del festival, sí que trabajaban rápido, pensó.

—¿Han publicado mi crítica? —le preguntó a Porter.

—Sí, maldito loco —volvió a resoplar la trompa—, ¿sabes lo que has conseguido?

—No se a que te refieres —dijo Henry arrugando el entrecejo.

—He leído tu opinión sobre Deaaan Jyckk, el batería de los Frrrii’aaah, “No solo no sabe golpear correctamente ninguno de los tambores de la batería con sus seis brazos, la mayor parte del tiempo ni siquiera lograba acertar el ritmo del resto de la banda”

—Es cierto —protestó Henry—, era bastante malo.

—Pero los Frrrii’aaah son originarios de Tau Ceti, un sistema con la tercera flota militar de este cuadrante. —exclamó Porter— ¿Sabes qué va a pasar cuándo lean esto?, se nos echarán encima.

—¿Quieres decir que son así de susceptibles? —dijo incrédulo Henry.

—Claro que sí, ¿por qué crees que montamos todo este festival? —dijo Porter levantando sus largos brazos de manera airada—. A la gente le importa, es una forma de diplomacia. Ni te imaginas los acuerdos que se firman entre concierto y concierto.

—No tenía ni idea —suspiró Henry—, Porter, ¿los Majaaank pertenecen a algún planeta militar o algo así?

—Los Majaank vienen de Inferno V, un sistema de lo más salvaje. ¿Qué has dicho de ellos? —dijo Porter quitándole de las manos la revista a Henry.

Su trompa pasó gradualmente de naranja a amarillo y de amarillo a blanco a medida que leía la crítica..

—Nos matarán a todos —balbuceó—. Los has puesto del revés. ¿En qué estaría yo pensando al traerte aquí?

—Oye —dijo Henry—, habérmelo dicho. Les habría descrito como el mejor grupo de la galaxia y alrededores.

—¿Pero Ernest no te había dicho nada? —Henry negó con la cabeza—. Maldito insecto panzudo —exclamó levantando su trompa—, me dijo que te había aclarado el aspecto político del festival. ¿Dónde está?

—Estaba aquí hace un momento —dijo Henry—. Se debe haber largado.

—Ahora lo entiendo todo —relinchó la trompa de Porter—. Debe haberse aliado con los de la Reunión Anual de Jazz de Satoria... Traidor asqueroso.

—¿Reunión Anual de Jazz? —dijo Henry

—Si, nuestro más temible rival. Deben haber pagado mucho para vernos reducidos a cenizas.

—Creo que estás exagerando, supongo que no llegarán a ese extremo, ¿verdad?

—¿Ves mi trompa contenta? —le preguntó Porter.

—No —respondió.

—Pues será mejor que nos larguemos lo antes posible.

—Venga, hombre... —empezó a decir Henry.

Una sonora explosión hizo que se tambalearan en el camarote. Las fichas que había dejado Ernest cayeron al suelo activándose, decenas de músicos fantasmales aparecieron en el aire tocando sus instrumentos.

—¡Maldita sea! —dijo Porter—. Le dije al consejo que no dejara atracar cruceros de combate. Pero claro —renegó—, como mi trompa no es lo suficientemente larga.

Otro impacto cortó el resto de sus quejas. Ésta vez los dos cayeron al suelo atravesando a los músicos intangibles que seguían tocando imperturbables.

—Debemos alcanzar las unidades de transporte —chilló Porter—, corre Henry, corre.

No hizo falta que se lo repitiera, Henry atravesó la puerta a toda velocidad y se perdió por el pasillo en dirección a las cubiertas inferiores. Las alarmas de la estación sonaban a todo volumen y las luces de emergencia teñían las paredes de rojo y amarillo. Los cruceros de combate seguían descargando toda su potencia de fuego sobre la estación. El pánico se apoderó de tripulantes y civiles. Un último disparo alcanzó el núcleo de gravedad. El destello fue breve, sin sonido.

*****

—Ya —dijo la mujer de vestido rojo y escote vertiginoso—, y tú quieres que me crea todo eso.

Henry le dio una calada al cigarrillo y le hizo una señal al camarero del Big Blues Bar.

—Otra copa para mí —le dijo—. La señora puede pedir lo que quiera.

—Ni borracha —le advirtió la mujer—, lograrás hacerme creer esa historia tan absurda.

La Faith & Devotion Band terminó una canción más. Henry se distrajo un momento para aplaudir.

—¿Decías? —se disculpó un momento mas tarde con la mujer.

—Que, si todo lo que me has dicho fuera cierto —le dijo ella lentamente—, ¿cómo demonios es que estás aquí, vivito y coleando?

—Te gustaría saberlo, ¿verdad? —sonrió Henry levantándose del taburete— Habitación trescientos cuatro

—¿Qué? —se sorprendió la mujer.

—Te regalo mi copa —le dijo antes de despedirse con un beso al aire—. Trescientos cuatro —gesticuló Henry en silencio.

La mujer miró el vaso de bourbon encima de la mesa. Ya le habían avisado que Nueva Orleáns en verano se llenaba de chalados, pero esto superaba sus expectativas. Aún así, dudó. Ese había resultado ser un chalado muy simpático.

Un hombre con gabardina calada hasta arriba y sombrero ancho se le acercó.

—No se crea nada de lo que diga ese hombre, señorita —le advirtió—. Está loco, loco de remate.

—Pero... —dijo la mujer sorprendida antes de callarse súbitamente.

El hombre se alejó, perdiéndose entre la multitud del bar. Hubiera sido fácil intentar seguirle, pero la mujer decidió pegarle un buen trago al bourbon de Henry. Luego subió las escaleras que llevaban a las habitaciones hasta llegar a la puerta trescientos cuatro.

Había decidido creer aquella historia tan extraña después de todo, quizás porque debajo de aquella gabardina con sombrero creía haber visto, por un momento, el inquietante movimiento de una larga y flexible trompa amarilla.

Comisarios Culturales

Hoy en día es práctica común la digitalización de libros, así como la compilación de textos aparecidos en la red, tengan o no cualquier tipo de licencia al uso. Es uno de los efectos inevitables de la globalización, tanto cultural como económica, que sufre la sociedad.
Los grupos que difunden estos textos son amplios (suelen tener más de mil miembros) aunque hay muchos usuarios que se repiten en los de ámbito general y en los que se especializan en determinado tipo de libro, autor o género.
Lo que me llama la atención es que de todos esos miembros, que, si la tecnología sigue por donde va, sea un diez por ciento el que se dedica a la digitalización (aunque hay grupos en los que todos lo hacen, recortándose el número de miembros), siendo el resto los que acceden al material y, muchos de ellos, lo redistribuyan en otros grupos afines. Sin duda, un tipo de red social cuyos nodos pasan por determinados libros.
Dentro de este sistema aparece una figura que, debido a todo lo anterior, cobra importancia y que en el futuro, si los grupos compiladores/digitalizadores crecen al ritmo de la red, serán definitorios: Los Comisarios Culturales.
Un compilador decide seleccionar los textos que le parecen más interesantes sobre Economía. Elabora una compilación de lo que ha encontrado en sus búsquedas y lo pone a disposición de la comunidad. Según la importancia, arraigo, apariencia y popularidad del compilador, así funcionará la antología, reenviándose a otros grupos como una estructura viral. Si bien esos comisarios pueden decidir no incluir ciertos autores, ciertos medios, ciertas actitudes o ciertos formatos. El criterio pasa por lo personal. Incluso por disputas con terceros, la opinión de un Comisario Cultural puede verse afectada, y con ese cambio de criterio, provocar una "damnatio memoriae" a un autor o a una revista. Es una censura desde la base, contra la que poco se puede hacer si es el medio digital popular el medio mayoritario.
¿Qué hacen las editoriales tradicionales? Pues por ahora, como el mercado, al contrario que el de la música y el cine, claramente relacionado con las últimas tecnologías, tiene su target principal en mujeres de más de cuarenta años... no moverán el culo hasta que le vean las orejas al lobo, o aparezca un medio físico alternativo al papel tradicional, que goce de tanto éxito como los reproductores MP3 o el DIVX.

Y mientras tanto, en lugar de la quema de libros, los incipientes comisarios culturales amenazan con el ostracismo digital. ¿Qué harán cuando su medio sea el mayoritario?

No hay nada que me de más miedo que un iluminado cultural.

Editando (que la gente está muy calentita):

Con esta opinión no pretendo defender a editorial alguna. Las hay que no precisan esa defensa y las hay que no la merecen.
Aclaro que hoy en día la corriente cultural se mueve definida por las Editoriales, los Críticos y, son los menos pero arman mucho escándalo, los grandes gurús literarios. En todos esos casos, y a poco que uno se informe, sabe quiénes son esas personas, de dónde vienen y de qué pie cojean. Y puede que ninguneen o desprecien obras, desde luego. Y hasta cosas peores.
Por lo tanto entiendo también que el modelo editorial cambiará. ¿Hacia dónde? Pues si lo supiera ya habría montado un prometedor negocio. Pero lo que tengo claro es que le queda más tiempo al sistema actual de lo que mucha gente piensa.

15.12.05

Servicio de Novidades

Si, novidades (mezcla de noticias y navidades) (ey, qué esperábais, ¿no habéis leído el post sobre el tipo de humor que tengo? está más abajo)

Crítica et Comentario del Fabricantes de Sueños 2005, donde podéis encontrar El embrujo del Virtuoso, cuento publicado originalmente en Alfa Eridiani. Todo en Literatura Fantástica.

Mi lista de tareas literarias pendientes. (para los realmente aburridos)

Y para el que ha entrado en el blog buscando "hombres guapos y musculosos", pues va a ser que no. Pero la culpa es de google, que conste.

13.12.05

Yo no es que sea Friki

Pero hoy, al abrir un paquete de navidad anticipado (ejem) me encuentro con esto:




Que es muy chulo, pero no es friki (al menos no del todo). Pero entonces le doy la vuelta, ¿y qué es lo que me encuentro, eh? Pues esto:



¡Es casualidad! ¡Lo juro!

12.12.05

El último hombre gordo

Este cuento salió publicado hace dos años en Alfa Eridiani ( eridano número dos ). Que no se diga que sólo pongo primeras páginas ;)

El último hombre gordo.

X miró la camiseta sucia que no alcanzaba a disimular del todo sus mollas. Se rascó la papada con el dorso de la mano intentando, sin éxito, eliminar el exceso de sudor. La luz blanca de la máquina examinadora le molestaba sobremanera, obligándole a entornar contínuamente sus pequeños ojillos marrones. Maldita máquina, pensó, ¿porqué me tienen que hacer esto a mí?. La sala donde le examinaban cada tres meses era un lugar caluroso e incómodo, sin sillas ni bancos donde sentarse para descansar. Al menos esta vez no le habían obligado a desnudarse. Su cuerpo le hacía sentir incómodo, sobre todo delante de los Ingenieros Genéticos que observaban su evaluación. Todos en el Departamento de Salud tenían unos cuerpos perfectos... Qué demonios, todo el mundo lucía un aspecto envidiable. Todos excepto X y su camiseta sucia, temblando de miedo frente a la luz incandescente.

—Por favor —sonó una aguda voz con tonos metálicos—, dese la vuelta y respire hondo.

X obedeció dócilmente, tal y como había hecho durante los últimos diez años de su vida. Las revisiones y evaluaciones no dejaban de ser un trámite relativamente rápido, pero a X se le hacían eternas. Cerró los ojos y respiró profundamente intentando abstraerse del mundo que le rodeaba, pero fue inútil: podía escuchar el zumbido eléctrico de las máquinas, el ruido de los tubos de neón e incluso el rascar de los bolígrafos de los ingenieros sobre las pantallas electrónicas mientras tomaban notas sobre él.

—Puede usted abandonar la plataforma —anunció aquella voz desagradable—. Evaluación terminada.

Las luces de la sala bajaron de intensidad y los ingenieros, armados con batas blancas y gafas de sol, fueron retirándose por la puerta de personal. El letrero de salida se iluminó en verde confirmándole a X que podía volver a su trabajo. Los pasillos del edificio de Salud eran rectos y asépticos, vacíos de decoración y de gérmenes, pensó. Tuvo que avanzar un buen trecho antes de llegar al ascensor general, que le llevaría a Recepción para que le sellaran la visita. Eso era muy importante, recordó, la primera vez que le revisaron se puso tan nervioso que se olvidó de recoger su carné de Evaluado. Al entrar en el Metro saltaron las alarmas de contaminación y se inició el protocolo de seguridad e higiene. Un equipo SWAT le capturó y lo llevó a la sala de Cuarentenas y Asepsias donde lo mantuvieron bajo vigilancia 48 horas. Cuando al final se aclaró que tenía la evaluación completada lo soltaron, pero con una penalización de 300 créditos por gastos innecesarios al estado. Desde entonces habían implantado nuevas medidas de seguridad a la entrada de lugares públicos. Nunca más se había olvidado de que le sellaran la visita y activaran su tarjeta. Y nunca se le olvidaría.

El ascensor llegó anunciándose con un sonoro "Ping". La puerta de aluminio se deslizó suavemente dejando ver a un grupo de cinco jóvenes enfermeras. X entró en el ascensor intentando no rozar a ninguna de ellas. Pulsó el botón de la planta uno y esperó a que la puerta se cerrase.

—Éste ascensor tiene una carga útil de seis personas —graznó una voz asquerosamente parecida a la de la máquina evaluadora—. Por favor, abandone el habitáculo y espere al siguiente. Gracias.

X sintió cómo la sangre teñía sus mejillas de rojo y salió del ascensor sin mirar atrás. Pero no hacía falta, podía imaginarse las miradas y las risas de las enfermeras clavadas en su espalda. La puerta del ascensor se cerró, pero él podía seguir sintiéndolas allí, como un lazo físico que le ataba a la pulida superficie metálica. Otro "Ping" le anunció que un nuevo ascensor había llegado. Estaba vacío, entró bamboleándose y pulsó de nuevo el botón que le llevaría a salir de aquel horrible lugar.

La sala de recepción era un lugar concurrido, aquí si que había lugar donde sentarse y esperar, se fijó X de mal humor. Todo allí era blanco y negro. Todo plastificado y mate. Las enfermeras vestían de blanco con vestidos cortos que dejaban ver su estupenda anatomía. Los enfermeros lo hacían de negro, con pantalones amplios y chalecos abiertos. Hasta los ancianos se veían estupendos y eso que esto era un centro de salud. X notó que se le resecaba la lengua y que volvía a sudar profusamente. Buscó rápidamente la ventanilla donde sellaban las visitas y se acercó con su Documento de Identificación y las Tarjetas correspondientes.

—Buenas tardes —le dijo un joven enfermero al otro lado de la ventanilla— ¿Viene para sellar su evaluación?

—Si, si —farfulló nervioso—. Aquí tiene los papeles. Dese prisa, ¿quiere? —suplicó.

—No se preocupe —le sonrió el joven mientras pasaba la tarjeta por un lector magnético—. En un momento lo tiene usted todo arreglado.

La consola del enfermero parpadeó en verde. Luego emitió un "Beep" que sonaba casi a un quejido. El joven cambió la sonrisa por una mueca de extrañeza. Volvió a pasar la tarjeta por el lector. Mismo parpadeo y mismo "Beep". X notó cómo el sudor empezaba a ser más que profuso, sacó un pañuelo del bolsillo y se lo pasó por la cara.

—¿Algún problema? —preguntó con cautela

—N-no —tartamudeó el enfermero—, bueno, no sé —aclaró—. ¿Puede esperar un momento mientras aviso a mi supervisor?

X asintió con la cabeza. ¿Qué podía pasarle ahora?. Llevaba dos horas más de lo previsto en el Centro de Salud, se imaginó la cara de su propio supervisor, el Sr.Englund, intentando aplicar su cursillo de sicología motivacional "¿Qué le pasa X?, ¿Se aburre usted en el trabajo?, ¿no le gusta su mesa?. Seguro que podemos encontrarle un rincón más alegre. Quiero que sepa que en este centro de trabajo usted es una pieza clave y que todos le apreciamos." Palabras y más palabras. Detrás de esa sonrisa y de los abrazos múltiples que se obligaban a dar en el trabajo, X veía falsedad e hipocresía. Él no les gustaba, nunca les había gustado. Y ellos no le gustaban a él. Pero todo se mantenía con sonrisas y sicología barata.

Otro enfermero, más mayor que el anterior, ocupó el lugar tras la ventanilla.

—Buenos días, Sr.X —le saludó mientras repetía la operación de la tarjeta—. Ahora mismo podrá usted irse.

—Gracias —dijo X guardándose el pañuelo e intentando recuperar un poco la compostura.

La consola repitió el mismo proceso de parpadeo y Beep. El enfermero más joven le señaló algo en la pantalla que X no podía ver, el supervisor asintió con la cabeza. Cogió la tarjeta, la cuñó y, por fin, se la devolvió a X. Las palabras "Evaluación No Positiva" en rojo brillante atravesaban la tarjeta de izquierda a derecha. ¿Evaluación No Positiva?, Otro eufemismo más para el rechazo, pero... ¿Qué demonios era todo aquello?. Ahora comprendía la cara del primer enfermero al ver su informe, él nunca había oído hablar de que alguien no pasara la evaluación. Si había enfermedad se producía el ingreso en el centro de salud, pero ¿Evaluación no Positiva?

—¿Qué se supone que es esto? —le preguntó incrédulo al supervisor.

—Que ha sido usted rechazado por el comité de evaluación, Sr.X —contestó el hombre lentamente.

—No me lo puedo creer —dijo X moviendo la cabeza de un lado a otro, rechazando las palabras del enfermero.

—Según la información de que disponemos, en un plazo de cinco días será usted —y el hombre se paró como si no comprendiera bien lo que estaba diciendo— Re-Socializado.

—¿Re-Socializado? —exclamó airado X— ¿Qué es eso de Re-Socializado?

Los enfermeros, en principio, mantuvieron un incómodo silencio mientras intentaban no mirarle a los ojos.

—La verdad, Sr.X - dijo el enfermero—, es que no lo tengo muy claro. No creo que nadie lo sepa en el Centro de Salud. Es la primera vez que pasa esto desde que yo estoy aquí.

Algo en el temblor de su voz le hizo creer a X que tenía razón. Pero si en Sanidad no sabían nada, ¿qué era lo que se suponía que tenía que hacer con su tarjeta rechazada?

—Debería acudir a su Consultor Personal, Sr.X —le aconsejó el enfermero más joven—. Posiblemente él sepa que es lo que más le conviene.

X no contestó, sólo les lanzó su mirada más peyorativa, la de "esclavos del sistema". Su mirada favorita. Pero su temblor de rodillas delataba el estado de nervios en el que se estaba sumergiendo. Recogió sus tarjetas y salió a la calle bajo el reluciente Sol de finales de primavera. Siguiente paso, la Consultoría Central. A X le desagradaba la idea, el Consultor Personal tenía que ser una persona con la que contar en momentos de duda o problemas pero a X no le gustaba compartir sus sentimientos con un extraño. De todas formas no le quedaba más remedio que acudir a él. La estación de Metro estaba justo a la puerta del hospital, X cogió el ascensor que llevaba al andén.

—Tarjeta No Positiva —exclamó una vez más la voz metálica. ¿Era la misma otra vez? ¿Es que no tenían presupuesto para modular distintas voces?—. Por favor no utilice el transporte público.

X se quedó mirando el diminuto altavoz del ascensor mientras se abría la puerta y parpadeaba el cartel de "Abandone el Habitáculo". No se lo podía creer, ¿qué esperaban?,¿que fuese andando?. Si no podía coger un metro o un autobús no tenía otro medio de transporte, su perfil de desplazamiento no le permitía el acceso a vehículo propio. Suspiró un momento antes de ponerse en marcha. El sudor empapó completamente su camiseta.

******

El edificio de Consultoría estaba pintado en alegres colores chillones, rojos, verdes y amarillos combinados en módulos. Parecía construido en piezas gigantes de algún juego para niños. Unos jardines de flores blancas y violetas rodeaban el camino que llevaba a la puerta principal. Varias personas caminaban conversando entre los setos y el olor a jazmín ocupaba el aire. X llegó casi sin resuello después de media hora de caminata, sudoroso y nervioso, a la entrada principal. Un joven aprendiz de Consultor, vestido únicamente con unos pantalones de lino, enseñando su musculoso torso, salió del edificio para ayudarle.

—Señor —dijo ofreciendo su brazo—. Por favor, deje que le ayude.

—De acuerdo —dijo X después de sopesar el entrar sin ayuda en el centro, como un héroe, un mártir de las reglas higiénicas—. No puedo más

—No se preocupe, señor. Enseguida podrá usted descansar. En recepción hay unos sillones muy cómodos.

X se dejó llevar hasta los sillones de los que le había hablado el joven. Eran de cuero rojo y, seguramente, cabría con dificultades, pero parecían bastante mullidos. X se derrumbó en uno de ellos y pidió un vaso de agua. Allí sentado podía ver a la gente que entraba y salía de los cubículos de consultoría, todos sonrientes y relajados. Él nunca había salido tranquilo de aquellos incómodos confesionarios, cara a cara con su consultor...

—X —sonó una voz familiar—, has hecho bien viniendo aquí. Acabo de recibir un informe de Sanidad que es poco positivo, ¿sabes?. En realidad —añadió—, entre nosotros te puedo decir que me parece incluso no-positivo...

Era Angus Baharmalaputra, su consultor personal, mitad escocés mitad hindú. Vestido con una túnica vaporosa que dejaba entrever su cuerpo moreno y bien definido. X se fijó en que se había afeitado la cabeza, ahora si que tenía un aire decididamente étnico. Muy a la moda, por otra parte.

—Angus —dijo X angustiado—, tienes que ayudarme. He tenido que venir hasta aquí andando. ¿Me entiendes? , andando casi media hora.

—Tranquilo X, te comprendo perfectamente. Ven, entremos en una de las habitaciones y hablemos un rato.

Angus le ayudó a levantarse y, al despegar su cuerpo sudoroso del sillón, un sonoro ruido hizo que todo el mundo les mirara. Aunque Angus pareció no darle importancia, X bajó la vista y no la levantó hasta que entraron en uno de los cubículos donde se pasaba consulta. El interior de aquellas habitaciones era muy luminoso y se mantenía a una temperatura constante. A X no le gustaba el color verde botella con el que lo habían pintado, pero agradeció sobremanera el aire acondicionado. Dos sillas y una mesita con una cafetera ocupaban el centro de la habitación.

—Bueno, X —dijo Angus mientras le ayudaba a sentarse—. Me acaban de pasar los datos de tu última evaluación. Los he revisado y, siento decírtelo, estoy de acuerdo con el resultado final.

—No lo entiendo —dijo X rascándose nervioso los dedos y las manos—, no he hecho nada diferente a otras veces. La misma rutina de los últimos años.

—Ese es el problema —dijo Angus frunciendo el ceño—. Sigues con la misma actitud de siempre. ¿Quieres saber qué dice el informe de tu supervisor?, que te muestras frío y distante con el resto de tus compañeros y con él mismo. Les has hecho daño, X. El Sr. Englund viene a menudo por aquí para que orientemos la sensación de fracaso que le has provocado.

X alcanzó una de las tazas y se sirvió algo de café, se la llevó a los labios y probó un sorbo. No era café. Parecía café, olía como el café y casi sabía como el café. Pero no lo era.

—Yo no he querido hacer daño a nadie —empezó a decir X.

—Ya lo sé, ya lo sé —dijo Angus sirviéndose también una taza de aquel casi café—. Eres un buen hombre, lo que sucede es que estás desorientado. Hay algunos puntos en tu conducta que hay que corregir. Tienes que hablar más, sentirte más contento, ser capaz de tocar a los demás. La cuestión está en crear una mentalidad positiva hacia la sociedad.

—Si sólo es eso, no hay problema —suspiró aliviado X—. Sé que puedo cambiar. Ningún problema, de verdad. Hoy mismo empezaré a practicar, la próxima evaluación será positiva, muy positiva.

—Ese es el espíritu —le animó jovialmente el Consultor—. Estoy seguro de que tu próxima evaluación saldrá tan bien como dices. Sobre todo después de la Re-Socialización.

X se tensó involuntariamente, derramando parte de aquel casi café por encima de su camiseta. Re-Socialización. ¿Es que no confiaban en él?, si decía que podía cambiar y ser más social, lo sería.

—Por favor, Angus. ¿Qué es eso de la Re-Socialización?. Entre todos me estais asustando de verdad.

—¿Qué?,¿miedo?, oh, no, X, no te preocupes. No eres el primero que va a ser re-socializado —le intentó tranquilizar el consultor—. Si supieras quienes, seguro que llegarías a sorprenderte de lo bien que salió todo con ellos. Créeme si te digo que cuando salgas de la Re-Socialización lo verás todo mucho más claro. Y además corregiremos lo de tu sobrepeso —añadió finalmente mirando la oronda barriga de X.

Sobrepeso. X siguió la mirada de Angus hasta su barriga. Así que era eso. Aquellos chicos musculosos y sonrientes se sentían ofendidos por su barriga, por su papada, por su culo gordo. Todas aquellas conversaciones sobre conducta desviada y sentimientos desenfocados, aquellas miradas furtivas y los comentarios en voz baja no eran más que un solapado “Estás gordo y no cabes en nuestro mundo”.

—La verdad —continuó Angus—, me he preguntado muchas veces si tu conducta no será reflejo de tus hábitos alimenticios. ¿Tomas demasiados hidratos, tal vez?, ¿Grasas saturadas?. Es posible que sientas un rechazo social inducido, una especie de fantasía paranoide que te empuje a auto -rechazarte socialmente.

La mano de X agarró de nuevo la cafetera que no tenía café de verdad. La luz del atardecer entraba por un ventanal iluminando suavemente la habitación. Los habitáculos estaban insonorizados. Nadie escuchó los gritos.

******

—¡Cuidado!, ¡es como un perro rabioso! —gritó el enfermero jefe mientras intentaba alcanzar a X con un pequeño táser eléctrico.

Los cristales de un montón de aparatos médicos estaban esparcidos por todo el laboratorio de Modificaciones de la Conducta. X los había roto todos al intentar escapar de nuevo. Las alarmas sonaron a todo volumen.

—Alarma, Alarma, Alarma en Laboratorio Tres —dijo una voz aguda y metálica que se clavó en la mente de X.

—¡Esa voz! —aulló X—. Esa voz otra vez, ¡siempre ahí!, ¡siempre tú!

Dejando a un lado al Enfermero que tenía el táser, X se lanzó contra el altavoz que no paraba de graznar la alarma empuñando un extintor. Un golpe, dos, tres y cuatro hasta que, poco a poco, la voz se extinguió del todo. X sonrió triunfal hasta que notó una descarga eléctrica en su costado. Escocía un poco, pero no habían modulado las armas para alguien de su tamaño. Creían poder dominarle con armas para alfeñiques de cincuenta kilos. Le lanzó un golpe de revés al enfermero con la base del extintor que le alcanzó en plena cara girándole en el aire 360º. Volvía a estar empapado en sudor, pero ahora le daba lo mismo. Se sentía libre. La puerta del laboratorio se abrió y cuatro guardias de seguridad armados con porras entraron a toda prisa.

—¡Aquí estoy, —les gritó desafiante— delgaduchos!

Y siguió gritando hasta que el sonido de las porras al chocar contra su cuerpo logró ahogar primero sus desafíos y luego, sus quejidos de dolor. Al otro lado del cristal de seguridad del Laboratorio, Angus Baharmalaputra miraba la escena con el único ojo que todavía podía hacer funcionar. Una cicatriz le cruzaba la mitad del cráneo y otra se le unía en el lateral de la cara. La mandíbula no había curado bien y ofrecía un aspecto torcido. X se había cebado con él antes de escapar por el ventanal. Casi había muerto dos veces en la sala de operaciones. Su aspecto ahora era desolador, pasarían por lo menos cuatro o cinco años antes de que los implantes clonados alcanzaran la madurez necesaria para sustituir el tejido dañado. Pero Angus no le guardaba rencor a X. Era incapaz de ese tipo de sentimientos. El Sr.Englund le puso la mano en el hombro, tratando de animarle.

—Venga Angus, no seas duro contigo mismo. Todos intentamos ayudarle. Era él el que no quería ser ayudado.

—Quizás tenga razón. Pero mírelo, ¿qué puede llevar a un hombre a comportarse de esa manera tan animal?

—No lo sé, no le veo sentido.

—Yo tampoco. Se puso violento cuando le mencioné su sobrepeso. Creo que de alguna manera eso llegó a afectarle.

—Es posible. La verdad es que estaba algo rellenito.

—Es cierto, pero nunca nadie le habría dicho nada. Eso sería de mala educación.

—En el trabajo procurábamos obviar el tema lo más posible. No parecía que pudiera ser de utilidad señalarle con el dedo. Eso lo hubiera hecho diferente a los demás.

—Tiene razón. ¿Ha leído usted, Sicología Conductista del Inadaptado?

—Por supuesto. Es parte de nuestra formación como Supervisor. He encontrado sus pasajes de gran inspiración para conducir a mis subordinados.

—Lo escribí yo. Me alegra que le haya sido útil.

Angus se giró hacia el Sr.Englund para agradecerle su apoyo. Pero éste apartó la vista. ¿Porqué?. De todas formas, y de acuerdo con los manuales de conducta, se dieron un abrazo. Mientras tanto X había sido reducido y lo estaban llevando de nuevo a la camilla.

—Dobladle la dosis de Torazina —dijo un nuevo enfermero—, no quiero acabar como ellos —dijo señalando a los que yacían en tierra.

Cuatro hombres levantaron a X del suelo con bastante esfuerzo y lo pusieron encima de la camilla. Ataron sus manos y pies con fuerza, una enfermera se acercó recelosa con el maletín de Re-Socialización. Quince inyecciones de quince drogas diferentes para empezar. Luego vendría el tratamiento de tres meses con calmantes e inhibidores de la personalidad. Y, por supuesto, el régimen. El proceso de Re-Socialización era lento y minucioso, pero el índice de rehabilitación rondaba el noventa y nueve por ciento, todo un signo de calidad y amor por el trabajo. El caso de X llevaría más tiempo del habitual, ya que tenían que ponerle a tono físicamente, pero la gente del Centro de Salud que tenía asignado se había presentado voluntaria para el tratamiento físico.

Tras el cristal de seguridad varios enfermeros y enfermeras, envueltos en batas entalladas, guapos y bronceados, comentaban el proceso. Angus podía sentir cómo evitaban mirarle. Era por su cicatriz. Por su boca deforme. Su reflejo en el cristal era borroso, pero suficiente como para darse cuenta de su deformidad. El Sr.Englund se había apartado de él. A la quinta inyección decidió marcharse. Al salir escuchó cuchicheos en la sala, seguramente sobre sus cicatrices. Al coger el ascensor tres personas apartaron su mirada. No podían mirarle a la cara. Angus se encogió dentro de su bata blanca y marcó el botón del sótano. Las puertas se cerraron.

*****

El sol de la mañana despertó suavemente a X de un sueño reparador. Desde su ventana del hospital se podía ver el bosque, con el otoño en su esplendor las hojas marrones formaban un mar de tonalidades que le ayudaba a relajarse. A la hora del desayuno la Enfermera Elli siempre le servía su vaso de zumo. La Enfermera Elli era muy amable con él y le traía la comida. Luego hablaban un poco, no demasiado, y ella se marchaba otra vez. Hasta la próxima consulta. Ya hacía tiempo que se habían acabado las inyecciones y eso le aliviaba. Entendía que eran por su bien, pero después de cada inyección se sentía muy enfermo y solía vomitar. El Enfermero Tod le ayudaba entonces. Casi eran las siete y X esperaba impaciente a la enfermera Elli, tenía ganas de hablar con ella. La puerta de la habitación se abrió y un hombre entró rápidamente.

—Usted no es la enfermera Elli —gimió decepcionado X— ¿Ha traído mi zumo?

—¿Zumo?, no... —dijo el hombre dejando entrever un rostro surcado de cicatrices—. No habrá desayuno ésta mañana.

X se quedó mirándole, perplejo. No estaba siendo amable con él. Algo le pasaba a su cara, no era tan hermosa como la enfermera Elli. Ni como el enfermero Todd.

—¿Quién es usted? —preguntó X intentando protegerse con las sábanas.

—¿No me reconoces, X? —dijo el hombre acercándose a X y a la ventana, mostrándole su rostro deformado por los golpes— ¿Tan lejos han llegado ya?

—No, no le recuerdo —le contestó X haciendo un esfuerzo por recordar.

—Soy yo, tu viejo consultor, Angus. ¿No te acuerdas de mí?. Yo no he podido olvidarte —susurró en voz más baja agarrando una de las barandillas metálicas de la cama de hospital. X se fijó entonces que tenía las manos machadas de sangre—. Me acuerdo de ti todas las mañanas al mirarme en el espejo.

—¿Dónde está la enfermera Elli? —preguntó un asustado X.

El hombre apartó la mirada, visiblemente incómodo por la pregunta.

—No quería mirarme —se excusó—. Ellos no me miran. Como hacían contigo. ¿lo entiendes?, me paso los días pasando de puntillas entre ellos. Pidiendo perdón por ser como soy en cada gesto. Me convertiste en tí, en un ser deforme y desgraciado. Una serpiente en el paraíso de los hombres.

—No entiendo... —gimió X

—Ni lo entenderías en un millón de años —dijo amargamente Angus—. Te han quitado todos tus recuerdos, anulado tu personalidad... Ahora eres insoportablemente plano, como ellos. Como lo era yo. Pequeño ser insignificante.. —masculló.

—Pero... ¿entonces? —dijo X tragando saliva.

El antiguo Consultor metió una de sus manos en el bolsillo y sacó lo que a X le pareció un pequeño cuchillo. La luz dorada del amanecer hizo relucir la sangre en su filo. El único ojo de Angus brillaba de excitación y la baba le colgaba de la mandíbula deforme. X se protegió la cara con los brazos, incorporándose en la cama. Las sabanas se deslizaron por su pecho, dejando ver su cuerpo medio desnudo, sudoroso por la tensión, pero bien formado y torneado. En el centro de salud habían hecho un buen trabajo. Angus bajó el arma y se arrodilló junto a la cama. Entre sollozos intentaba acariciar a X, manchando las sábanas blancas con sangre.

—No puedo hacerlo —lloró—. Eres tan hermoso...

X se fijó en su cráneo hundido y en su ojo cegado que parecía estar supurando. Su otro ojo, que lagrimeaba patéticamente, parecía albergar un brillo de esperanza. Angus intentó sonreír, pero todo lo que consiguió fue una mueca que acentuó aún más su deformidad. La seguridad del hospital entró como un río en la habitación. Las porras eléctricas se levantaron al unísono antes de ser descargadas sobre Angus. X apartó la mirada. La alarma gritaba sin parar con una voz aguda y metálica.

El otoño llegó a su fin, fuera de los muros del Centro de Salud jóvenes deportistas corrían enfundados en mallas ajustadas. Todos sonreían.